jueves, 11 de abril de 2013

Capítulo 5.

Ángela retira la pasta y apaga el gas. Coge las llaves y se marchan de su casa.
-¡En qué tendré la cabeza! -Dice Amanda mientras mira al suelo.
-Nena, no pasa nada. Vamos a tu casa y listo. ¿Cuánto vale el autobús?
-Eso es otra... No tengo ni idea de lo que vale. Menos mal que mi madre está en casa y sabrá de esto.
Los mismos pasos que Amanda ha dado para bajar hasta la casa de Ángela se hacen mucho más amenos junto a ella. Aunque están en silencio, sólo su presencia la hace estar feliz. Es de las mejores personas que ha conocido.
Llegan a casa de Amanda. Ángela respira muy deprisa y entrecortado. Amanda le ha propuesto una carrera por las dos últimas calles. Han llegado a la vez, y las dos están igual de cansadas, pero Amanda intenta disimularlo tosiendo. Toca a la puerta.
-¿Te has olvidado la llave otra vez?
-Sí. -Sonríe Amanda.
-¡Deberías hacer como la chica de Zoey 101, colgártela en el cuello!
-Sí, claro, a lo notas.
Las dos ríen hasta que la madre de Amanda abre la puerta. Rosa parece muy feliz de encontrarse con Ángela, es una de las chicas que mejor le caen del grupo de amigas de su hija.
-¡Ángela, qué tal!
-Muy bien Rosa, ¿y tú? -Ángela empieza a sonrojarse, y mira hacia el suelo mientras se toca el pelo.
-Subo a por el dinero y nos vamos. -Dice Amanda mientras sube las escaleras de dos en dos.
-¿Dinero para qué?
-Para el billete de autobús. -Dice Ángela aún mirando al suelo.
-¿Cuánto cuesta un billete de autobús? -Dice Amanda gritando desde el piso de arriba.
-Depende. ¿Ida o ida y vuelta?
-Ni idea.
-Cógelo de ida, no sabes cuándo vendrás. De ida cuesta como unos... -Rosa hace cálculos con las manos antes de decir la cifra exacta.-... sobre unos setenta euros.
-¡¿Setenta euros?! -Dice Amanda. -Dios mío.
-Es un trayecto largo, así que es caro.
Amanda recoge el dinero y baja las escaleras a toda prisa.
-¡Cuidado con las escaleras! -Dice Rosa.
-Que sí mamá... Nos vemos esta tarde.
-Vale, ¡adiós Ángela!
-¡Adiós, Rosa!
Salen de la casa y caminan durante unos minutos hasta la estación.
-Oye, y ¿cuál es tu plan de estudio?
Amanda no sabe qué contestar. Aún no ha planeado nada de lo que hará con su vida allí.
-Estudiaré dos horas al día, todos los días.
La cara de Ángela es sorprendente, ¿todos los días? En cierto modo no se lo cree, pero no se lo puede decir. Quiere que su amiga apruebe Física y Química y tiene que darle ánimos para ello.
-Verás como apruebas. -Sonríe Ángela.
-Espero que eso ocurra. -Amanda le devuelve la sonrisa.
Finalmente, llegan a la estación. Hay dos o tres personas, la mayoría inmigrantes esperando un autobús o buscando cobijo durante unas horas. Amanda le indica a Ángela que espere mientras saca el billete, pero Ángela la acompaña, total, no tiene nada mejor que hacer. Caminan hasta la taquilla. El taquillero es un hombre mayor, de unos sesenta años y relleno. Además, está calvo.
-Hola. ¿Me puede dar un billete para Barcelona?
-¿Para cuándo lo quiere? -Dice seco el taquillero.
-Mañana.
-El autobús sale a las nueve.
Ángela suelta una carcajada. Sabe que Amanda tendrá que levantarse tarde haciendo las maletas y temprano para llegar al autobús. Y con lo dormilona que es, no espera que esté de buen humor mañana.
-¿De qué se ríe tu amiga?
-Ni idea, no le haga caso.
El taquillero sonríe, al ver a las dos chicas intercambiándose sonrisas. No sabe si se están riendo de él, pero las chicas son divertidas juntas. Saca la entrada y se la entrega a Amanda.
-Son setenta euros.
¡Vaya! Su madre ha acertado, como la mayoría de las veces. Pero sabe que no es la única. Todas las madres lo hacen. ¿Cómo lo harán? Es algo que nunca ha comprendido. Espera ser como ellas de mayor. Saberlo todo, encontrar cualquier cosa... etc. Le entrega el billete de cincuenta euros y después el de veinte.
-Hasta mañana.
-Hasta mañana. -Sonríe el taquillero.
Vuelven a caminar hasta la casa de Ángela.
-Madre mía, hoy perdemos como cinco kilos.
Ángela, siempre tan positiva. Saca una sonrisa a Amanda, que está agotada. Ha guardado el billete en el vaquero y espera que no se pierda, como siempre le pasa.
Ángela sirve la pasta y se coloca tomate en la suya. Comen viendo Los Simpsons, como siempre. Al terminar, dejan los platos en el lavavajillas y se marchan al salón para ver una peli en el ordenador. La han visto mil veces, pero es una de sus preferidas, Los Juegos del Hambre.
Las seis y media.
-Me tengo que ir ya.
-A las ocho que estés lista, tardona.
-Sí, no te preocupes. -Indica Amanda mientras se toca el bolsillo del vaquero. Aún tiene el billete.
Sube hasta su casa y se ducha. Después opta por ponerse unos vaqueros claros. Los mismos que se pondrá mañana para ir en autobús, no quiere ensuciar demasiada ropa antes de irse.
Son las doce de la noche. Todas sus amigas se han marchado, ahora se dirige a casa para hacer la maleta, cuando su Blackberry suena al entrar por la puerta. Es un mensaje del Whatsapp de Ángela:
Tienes que conectarte a Tuenti, necesito aconsejarte sobre qué llevarte a Barcelona.
Enciende el ordenador y se conecta. Ángela lleva conectada un buen rato. Enseguida le llegan varios mensajes suyos al chat, y después una petición de videollamada. La acepta y mientras se carga, abre su maleta de color rojo.
-¡Venga, enséñame tu armario! Todo, ¿eh?
Saca la mayoría de las perchas y las va enseñando.
-Eso sí. -Indica Ángela a un vestido de color rojo. -Eso no. -Una camiseta morada.
Se tiran así una hora y media. Tienen seleccionados ocho vestidos, cinco vaqueros, cuatro faldas, tres pantalones cortos, veinticuatro camisetas, dos rebecas, un chaquetón, vans, converses, dos pares de chanclas, unas deportivas y cinco sandalias.
-¡No me va a caber!
-Prueba.
Amanda va doblando todo poco a poco mientras habla con Ángela. Cuando toda la ropa está metida, se sienta encima y la cierra a presión.
-¿Ves? Cabía.
-Verás, esto revienta cuando lleve dos minutos en Barcelona.
Ángela suelta una carcajada y le indica que coja el neceser del mismo color de la maleta y meta todo lo que queda ahí. Cuando lo hace, lo engancha a la maleta.
-Y ya lo que queda, en tu mochila de piel marrón.
Pasta de dientes, cepillo, su mascarilla preferida, cámara... etc. Y finalmente, y lo que más le duele, el libro de Física y Química.
-¡Lista!
-Me alegro por ti, pero no quiero que te vayas.
-Mañana vendrás a despedirme, ¿no?
-¡Claro! No te quedes dormida.
-Son las tres, me voy a dormir ya. Nos vemos mañana.
-¡Adiós!
Se despiden mediante la cam y se desconectan de Tuenti. Mañana va a ser un día largo, y más habiendo dormido sólo seis horas.

miércoles, 10 de abril de 2013

Capítulo 4.

Mientras que la madre de Amanda hace la cena, pizza, las dos amigas se conectan a Twitter y cotillean todo lo habido y por haber.
-Ya está la cena. ¿Os preparáis vosotras lo demás?
-Sí, no te preocupes, mamá.
Colocan dos bandejas individuales, vasos y servilletas. Cenan mientras ven Los Simpsons, programa amado por ambas chicas.
-¡Las doce menos diez! Mi padre me va a matar. -Dice Ángela mientras marca el número del nombrado en su móvil. -Papá, ¿vienes a por mí? Sí, estoy en lo de Amanda. Ya, es que no sabía que iba a venir aquí después. Vale. Venga, hasta ahora. -Cuelga.
-¿Está enfadado?
-Sólo porque no le he dicho que estaba aquí, se pensaban que aún estaba en la calle. Eso se le pasa en nada, con dos besitos. -Ríe Ángela.
-Bueno, mañana salimos con estas, ¿no?
-Supongo que sí. Vengo a por ti a las ocho, ¿ok?
-Ok. -Sonríe Amanda.
Se oye un pitido de un coche procedente de la calle.
-Ahí está mi padre. -Dice Ángela mientras se limpia la boca con la servilleta y se levanta. -Nos vemos mañana.
-¿Te acompaño hasta la puerta?
-No, tranquila, cierro yo. -Vuelve a sonreír.
-¡Adiós guapísima!
-¡Adiós preciosa!
Se deja los dos últimos trozos de la pizza, apaga la tele y luces, y sube a su cuarto. Allí enciende el ordenador, y empieza a escribir un capítulo en su blog, aunque hoy no está demasiado inspirada. Sueña con que algún día, tenga una historia que contar, algo que le haya pasado de verdad. De esas historias de las novelas que parecen tan irreales pero que el autor revela que son ciertas. Termina por publicarlo, ponerse el pijama y dormirse a las dos de la madrugada.
-¡Amanda, llevo media hora llamándote desde abajo! Son las doce.
-Voy, voy.
-Siempre tan dormilona... 
-Yo también te quiero, mamá.
Ríen. Aún no ha abierto los ojos.
-De verdad Amanda, tienes un problema con el sueño... -Dice la madre después de una carcajada. Después sube la persiana y los rayos del Sol hacen que Amanda termine por desperezarse. Hoy hace un día maravilloso. Termina por quedarse unos minutos en la cama sentada mirando al infinito. Después, enciende la radio y suena 'Give me love' de Ed Sheeran en Europa FM. Lo escuchó la primera vez con su éxito 'The A Team' con la que lloró muchísimas veces, y desde ese día, se ha declarado fan de él. Ama todas sus canciones y le parece el chico más romántico y mono del mundo. Baja las escaleras y se sienta a ver la tele. No tiene ganas de hablar con nadie por Whatsapp, así que lo ha dejado en su habitación.
Suena el teléfono fijo de su casa.
-¡Cógelo, estoy arriba! -Dice la madre de Amanda desde la planta superior de la casa.
Amanda se levanta sin ganas alguna, arrastrando los pies y descuelga el teléfono.
-¿Dígame?
-¡Holaaaaaaaaaaaaaaa! -Grita Ángela desde el otro lado del teléfono.
-Me has dejado sorda...
-¡Que es tu último día! ¿A que te vas a venir a comer a mi casa? Es que mis padres se van a comer por ahí y me aburro. 
-¡Vale! -Dice entusiasmada Amanda. -¿Me llevo algo?
-No, tengo de todo en casa. Te espero aquí.
-¿A qué hora?
-¡Vente ya, que me aburro! 
Cuelga. Amanda ríe. ¿Cómo puede ser tan tímida con los demás y con ella no? Pero a ella también le pasa. Se siente tan cómoda con ella, que le puede contar cualquier cosa. Se ríen de sí mismas, de todo. Y saben que lo que se cuenten una a la otra no saldrá de ahí, a diferencia de sus demás amigas.
Sube las escaleras hasta llegar a su habitación y se viste. Vaqueros largos, camiseta blanca básica y converses. El pelo le cae sobre los hombros. Sus rizos hoy están especialmente alborotados. Pero en cierto modo, le gustan de esa forma. Le hacen parecer más atrevida. Se lava la cara, los dientes y finalmente se echa el desodorante y colonia de Lady Rebel, la que le regaló su madre hace unos meses, en su cumpleaños.
-¿A dónde vas? -Dice la madre mientras pasa por el pasillo de la planta superior la fregona.
-A lo de Ángela. Está sola y se aburre. Vengo a las siete o así, ¿vale?
-Vale. Ten cuidado.
-Mamá, no me rayes... -Sonríe.
Le da un beso en la mejilla y la abraza. Siempre su madre ha sido muy miedosa. Tiene miedo de absolutamente todo. Es algo que Amanda detesta, pero desgraciadamente, aunque a veces esconde su miedo, ha heredado su pánico. Coge su Blackberry blanca y sus cascos del mismo color y sale por la puerta.
Camina por las calles de su pueblo escuchando su lista de reproducción llamada "." Tan poco original como siempre. Escucha Rock Me de One Direction y Still Into You de Paramore. El trayecto no es demasiado largo, sólo dura siete minutos. Toca la puerta. Ángela tarda en abrir. Finalmente, la segunda vez que toca al timbre, abre.
-¡Ey, no te escuchaba! Estaba cocinando. -La sonrisa de Ángela le da a entender que pase.
Amanda sigue a Ángela hasta la cocina. Está cocinando pasta.
-Huele genial.
-A ver cómo sabe... -Ríe Ángela.
Las dos se sientan en sillas paralelas.
-A las siete me voy a casa y me arreglo. Y mañana por la mañana me marcho.
-¿A qué hora sale el autobús?
-Mierda, ¡el billete!
-¿Lo has perdido?
-¡No, no lo he comprado!
Ángela ríe a carcajadas al oír lo que Amanda acaba de decir. ¿Cómo puede estar pensando en preparar la maleta y se le ha olvidado el billete?
-No te preocupes, son las una, nos da tiempo a ir a la estación y comprar uno. -Dice Ángela mientras mira su reloj de color rojo. Hoy se lo ha cambiado. Tiene una colección entera, de unos treinta o más relojes de todos los colores y tamaños.
-Nos llegamos por mi casa y cojo dinero.

jueves, 4 de abril de 2013

Capítulo 3.

Terminan por despedir a algunos compañeros y más tarde vuelven de camino a casa de Amanda.
-¿Te quedas un rato? Es que me aburro... -Dice Amanda mientras abre la puerta de su casa.
-Sí, claro. -Sonriente Ángela pasa delante de ella. Cierran la puerta detrás de Amanda.
-¿Te importa esperar mientras llamo a mi tía? -Dice Amanda mientras coge el teléfono inalámbrico de su casa.
-¡Nono, no te preocupes! -Dice sonriente Ángela.
Marca el número de su tía y empieza a comunicar... Tres toques... Cinco toques... Finalmente se oye la voz de su tío al otro lado del teléfono.
-¿Dígame?
-Emmm... ¿Tito? ¡Soy Amanda!
-Oh, hola Amanda, ¿qué tal?
-Muy bien, ¿y tú?
-Bueno, bien. ¿Qué tal las notas?
Se oye un silencio de unos cinco segundos en la conversación.
-Amanda, ¿sigues ahí?
-¡Sí, sí! Me ha quedado Física.
-No me digas... Qué mal, ¿no?
-Pues sí...
-¿Y qué querías, para qué llamabas?
-Emmm... Quería saber si podría irme con vosotros este verano, porque aquí me aburro muchísimo y no puedo soportar este pueblo de mierda.
La respuesta que llevaba esperando varios meses, planeando su verano por cada segundo.
-¡Pero si tienes que estudiar, no divertirte! -Dice mientras suelta una carcajada. -Está bien, ¿cuándo vienes?
-¿Te parece bien el sábado?
-¿Qué día es hoy?
-Jueves.
-¡Vaya, no sé ni en el día que vivo!
Los dos ríen durante unos segundos y después Amanda sigue hablando.
-Bueno, te dejo. ¡Nos vemos el sábado!
-¿Voy a por ti a la estación de autobuses?
-Sí, por favor.
-Te veo allí. ¡Hasta luego!
-Adiós.
Paco cuelga el teléfono antes que ella. Amanda muestra una sonrisa de oreja a oreja.
-¿Cuándo te vas? -Pregunta Ángela intrigada.
-Sábado.
-Madre mía... me voy a aburrir sin ti.
-¡Te voy a llamar todos los días, pava! -Amanda se avalanza sobre ella y la abraza dulcemente.
-Eso espero. Y que me cuentes todo lo que haces, no te digo nada...
-¡Vas a ser la primera a quien se lo cuente, ya lo sabes!
Se abrazan y después cambian de tema bruscamente, como siempre.
-Bueno, ¿y qué te vas a llevar?
-De todo.
-Yo si fuera tú me llevaría mucha ropa de arreglar. Por si sales con tus amigos.
-¿Qué amigos, si no tengo amigos allí?
-Los haces. ¡Si no tienes vergüenza!
-Claro, claro... No, me llevaré muchos vaqueros, todos los que tengo.
-Espero que cortos.
-Cortos sólo unos.
-Pero Amanda, ¡te vas a asar!
-No quiero cortos, estoy gorda.
-¡Tú lo que estás es tonta! -Sonríe y le guiña un ojo.