domingo, 12 de mayo de 2013

Capítulo 6.

El sonido molesto del despertador suena a las siete y media de la mañana, haciendo que Amanda se levante poco a poco, intentando despejarse. Se ducha y termina preparando las cosas.
-¡Venga, que llegas tarde! -Dice su madre desde abajo.
-Mamá, son las ocho y media, todavía me queda. -Dice Amanda mientras baja las escaleras con la pesada maleta y una mochila colgando en sus hombros.
Se va despidiendo de cada uno, acercándose a ellos y dándoles un abrazo fuerte.
-Pórtate bien, no hagas travesuras, ¿llevas dinero, se te ha olvidado la comida?
-Mamá, estoy bien. Y no te preocupes, en cuanto llegue te llamo, ¿vale? -Esboza una sonrisa para consolar a su madre y se funden en un fuerte abrazo.
Da un abrazo y dos besos muy fuertes a su padre y a su hermano, hasta llegar a su hermana, que la abraza.
-Si te encuentras a algún buenorro, ya sabes lo que hay que hacer. -Dice en su oído mientras ríe.
-Claro, te informaré de todo.
Abre la puerta y se marcha no sin antes contemplar la cara descompuesta de su madre.
-Mamá, tranquila, no me voy a la guerra.
Nueve menos diez. Al llegar a la estación, ha descubierto que está totalmente abarrotada. Muchísimos jóvenes que se marchan de vacaciones con sus amigos, algunas familias que viajan con niños y algún que otro anciano que habla con el conductor de autobús. Llega el autobús de Barcelona y con él, las despedidas.
-Ya me marcho. Ten cuidado y llámanos. -Dice su padre mientras la abraza.
-No te preocupes, de verdad.
Se monta en el autobús y se despide con la mano de su padre. Inmediatamente, busca en el billete el sitio dónde debe sentarse, treinta y dos, justo en la mitad del bus.
Afortunadamente, el asiento de al lado no está ocupado por nadie, pero sí el de delante, ocupado por dos señoras mayores que hablan de cómo le ha dejado el pelo la peluquera y que cada diez minutos preguntan a Amanda que qué hora es.
Después de unas cuántas paradas, finalmente llega a Barcelona, donde la espera su tío.
-¡Eh, aquí Amanda! -Dice mientras saluda con la mano lo más alto que puede.
Baja del autobús, recoge la maleta y se funde en un abrazo con él.
-Deja, yo te la llevo. -Dice su tío mientras que coge la maleta.
Al llegar a la amplia casa, su tía la recibe con un fuerte abrazo y cien besos sonoros.
-¡Pero qué guapa estás! ¿Has adelgazado? ¡Pero mira qué ojos!
Amanda ríe a carcajadas y les cuenta cómo se las apañará para estudiar.
-Estudiaré todos los días dos horas por la mañana y alguna por la tarde. ¿Os parece bien?
-Perfecto. Si necesitas ayuda con algo, me dices. -Dice su tío mientras bebe un trago de agua.
-Empiezo mañana.
El despertador suena a las diez de la mañana. Se oyen algunas palabras en la planta inferior y después una puerta.
-Amanda, ¿estás despierta? -Dice su tío desde abajo al escuchar pasos.
-Sí, ¿qué pasa?
-Nada cielo, la vecina que quería un poco de azúcar. ¿Quieres desayunar? Te he hecho tostadas.
-Claro, muchas gracias.
Cuando termina las deliciosas tostadas, once en punto, saca de la maleta el libro de Física y Química y empieza a estudiar. Pero cada vez que mira por la ventana, se da cuenta de lo que se pierde mientras estudia.
Cuando pasan las dos horas de estudio, baja a charlar con su tío.
-¿Qué, cómo ha ido?
-No me entero de nada, además estudiar mientras hace un día buenísimo, es una mierda.
-¿Por qué no estudias en la playa?
-Pues... no sé.
-Hay un chiringuito en la playa, de Eduardo, nuestro amigo, que está genial. Y no es muy transitado. Te pides algo y te deja ahí toda la mañana.
-Pues mañana iré.
-Verás, te va a gustar mucho.

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